Seis anécdotas destacadas en la historia de los
Juegos Olímpicos
Los Juegos Olímpicos de la Antigüedad
Muchos monarcas y emperadores de pueblos antiguos decidieron participar en los Juegos Olímpicos para demostrar sus aptitudes en el deporte. "Filipo II, rey de Macedonia y padre de Alejandro Magno, ganó en carreras de caballo y cuadrigas en el año 356 a.C", escribió Luciano Wernicke en el libro que recorre los hechos más insólitos de la competencia, antes de mencionar que en la edición del año 67 Nerón hizo lo propio y participó. "Se encaprichó y se propuso ganar una corona de olivo. A cualquier costo. El tirano se inscribió en la carrera de cuadrigas y sobornó a los rivales para que, a medida de que se extendiera la competencia, fueran desertando". La carrera la terminó solo en la pista y ganó pese a haberse caído al doblar una curva.
"Los antropólogos otorgan diferentes genealogías a la tradición de que los atletas olímpicos de la antigüedad compitieran desnudos", dice Wernicke en Historias insólitas de los Juegos Olímpicos – Curiosidades y casos increíbles, desde Atenas 1896 a la antesala de Rio de Janeiro 2016 (Planeta, 2016), al exponer las distintas hipótesis sobre el tema: "Algunos aseveran que, con la desnudez, se impedía que intervinieran las mujeres. Otros señalan que brindaba una situación de igualdad social a los participantes (…) que sin vestimenta uniformaba a nobles con plebeyos, a ricos con pobres (…) otra versión sostiene que Orsippus, un corredor Megara, antigua ciudad griega, ganó fama en sus tiempos por correr desnudo en la carrera del estadio de la edición 15, en el año 720 a.C. (…) cuando al velocista se le desprendió el 'taparrabo' en medio de la prueba y continuó 'como Dios lo trajo al mundo" (…) Se dice que marcó así un ejemplo a seguir que pronto se convirtió en tradición.
Amsterdam 1928
Por primera vez participaron mujeres en las pruebas atléticas de pista y campo. "Sólo fueron cinco los eventos en los que compitieron —100 metros y 800 metros, posta 4 x 100, salto en alto y lanzamiento de disco— contra 22 de los varones (…)", cuenta Wernicke.
Una de las participantes fue la nadadora alemana Hilde Schrader que pasó a la historia no sólo por haber roto su propia marca sino porque sus intensas y rápidas brazadas le dieron la victoria. "(…) los agitados movimientos también destrozaron los breteles de su malla, justo a mitad de la prueba frente a un público muy numeroso que había colmado el estadio de natación del Parque Olímpico para ver la definición de los 200 metros (…)". Al darse cuenta del pequeño accidente el sentimiento de pudor la llevó a nadar a toda velocidad para terminar lo antes posible con esa situación. Superó su propia marca del día anterior y ganó el nado estilo pecho de 200 metros ante la ovación de todo el estadio.
Londres 1948
La 14ª edición de los Juegos se realizó pese a las cicatrices que habían dejado la Segunda Guerra Mundial. Pudieron disputarse sólo 11 torneos. Se recuerda esta competencia como un homenaje a las millones de víctimas del conflicto bélico y como muestra de deseo de paz en el mundo. Pese a ello, la política —recuerda el autor— también jugó y "se decidió no invitar a Alemania (al igual que en 1920) por ser juzgada como la nación responsable de la beligerancia".
En un clima austero y poco festivo, las Olimpiadas dejaron personajes e historias varias, pero una se destaca. La holandesa Fanny Blankers-Koen generó uno de los mayores impactos en la historia del atletismo. Había competido en Berlín 1936, con 18 años, en salto en alto y en la posta 4×100, pero terminó lejos del podio. La revancha llegó en Londres: la ahora ama de casa, madre de 4 hijos, logró, 12 años, después hacerse de 4 medallas de oro en un solo juego. Ganó las cuatro pruebas de pista que se impuso (100 y 200 metros lisos, 80 metros con vallas —estas últimas con récord olímpico— y la posta 4×100. En 1999 fue elegida como la deportista del siglo por la Asociación Internacional de Federaciones Atléticas.
Roma 1960
La edición romana maravilló por su historia y por la belleza de los espléndidos monumentos puestos a disposición del deporte: el Coliseo, el Arco de Constantino, las Termas de Caracalla y la Vía Appia hicieron que esos Juegos fueran considerados como las olimpiadas más lujosas hasta el momento.
La empresa Adidas, líder en indumentaria deportiva, fue el "calzado oficial" de este Juego, pero entre sus zapatillas no tenía ningún modelo que le resultara cómodo al etíope Abebe Bikila, de grandes pies. "Sin calzado confortable tomó la determinación de correr descalzo los 42,195 kilómetros. Como sus plantas estaban acostumbradas a surcar los más ásperos caminos africanos, el corredor, que había llegado a Roma por casualidad, debido a la lesión de un compatriota, sorprendió con su inobjetable triunfo, que estableció un nuevo récord mundial sobre las empedradas calles de la Ciudad Eterna".
Los Ángeles 1984
Esta edición fue recordada por "el boicot revanchista del bloque soviético. Sin embrago, la edición XXIII de los Juegos (la vigesima, en los hechos, si se descuentan las tres 'fantasmas' suspendidas por la Primera y Segunda Guerra Mundial) fue clave para el desarrollo que, a partir de ese momento, tuvieron las olimpiadas", escribe Wernicke en la introducción del capítulo que recuerda, también, la batalla que protagonizaron las empresas lideres en productos deportivos (Adidas y Puma) al descubrir que dos nuevas llegaban con peso: Nike y Reebok.
El boicot impulsado por la entonces Unión Soviética tuvo menor peso que en la edición anterior realizada en Moscú. "Solo 14 países adhirieron, en su mayoría satélites del gobierno comunista del Kremlin. La ausencia de los estados 'orientales' dejó servida en bandeja una exagerada victoria local", remarca el autor sobre las 174 medallas (83 de oro) seguida por Alemania que obtuvo 59 preseas.
Durante esa edición, se destacó la maratonista Gabriela Andersen que concluyó la prueba deshidratada y casi con la mitad de su cuerpo paralizado debido a los fuertes calambres. Llegó a la meta haciendo eses, pero en medio de una de las mayores ovaciones que puedan ser recordadas.
Atenas 2004
La cuna de los Juegos Olimpicos, que había reclamado ser sede en 1996 por el centenario de la competencia y en el 2000, no pudo contra las empresas que abogaron a favor de Atlanta y Sydney. El recuerdo mas elogiado fue que en ese torneo los campeones recibieron, además de sus medallas, una corona y ramo de olivo confeccionados con ramas de los arboles sagrados de Olimpia.
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